Mañana de domingo los perros ladran,
y sus ladridos le dan forma al silencio.
Las veredas vacías,unas hojas parten
a su propio funeral, el viento las enterrara
y volverán a la mudes de la madre tierra.
Las abuelas aparecen como aves temblorosas,
caminan lento mientras suena la voz metálica
de la campana de una iglesia lejana.
Mañana de domingo como una cruz
pegada a mis espaldas,
busco redención, contemplo,
y el poema es eso que se va
en el pestañeo, lo que queda
entre el ojo y la ignorancia del mundo.
Federico Espinosa.
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