Estaba ahí
quietito,
tieso
mirando el cielo,
sus ojo abiertos
eran la herida del espanto,
a que hora habrá sido
yo lo encontré
cuando la noche
parecía ocultar
el pecado del día,
me estremeció
su mirada
y el silencio
de su canto,
el gorrión estaba tirado
la muerte le arranco el vuelo,
y lo que era del cielo
yacía inerte
como una cosa más
en este amargo suelo.
Federico Espinosa.