Mientras leo “A boca de pájaro”
de Liliana Campazzo
He leído atentamente el poemario “A
boca de pájaro”, he viajado con Liliana por esa ruta y en ese forká que
atraviesa el camino como una bala de plata, como un chispazo de pájaro metálico.
Al introducirme a la poética de
Liliana he ido cayendo en un extraño encanto, ese que lograban los antiguos
narradores y cantores que se juntaban en torno al fogón mientras las estrellas
pasaban sobre la Patagonia.
En su poesía hay una evocación al
viaje, en ese irse, en el paso a paso se va develando la escritura, va naciendo
la palabra ese pequeño capullo que luego será la poesía.
“Hay pájaros
y también
chispazos de pájaros”.
Así inicia el libro con esos
versos donde la mirada parece conjugarse con la palabra y empieza ese desarme,
esa forma de búsqueda, ese renacer del lenguaje que encuentra en el chispazo la
levedad de la vida la simplificación del vuelo.
En este viaje poético que nos
propone la poeta vamos encontrando como en Jorge Tellier ese camino a la
nostalgia, el sendero al recuerdo, la ruta a las sensaciones.
“Los viajes de ahora son eléctricos
aparatos que les cuentan a los
otros
dónde está una
mandan fotos
cartas escritas en pantallitas minúsculas
hacen de bitácoras efímeras
la ruta sigue igual que antes
pura piedra no más…”
Acá en este fragmento del poema
II podemos notar el encuentro de ese pasado nostálgico con este futuro tecnológico
que reduce la bella distancia del viaje, que parece apagar el encanto de la
inmensidad.
Ante el silencio profundo de las
rutas patagónicas, ante su viento siempre viril, ante el idioma milenario de la
arena, el forká de Liliana se vuelve casa, hogar en el camino, refugio para los
viajeros.
“no vuela/no galopa
mi auto/detenidos estamos
quietos los dos/fumamos al
costado
deja de ser auto/apenas reclino
el asiento
es casa/techo en el desierto
abrigo…”
Las sensaciones, los deseos se
potencian ante la inmensidad del sur, toman su forma se alargan son libres,
aves que dejan la jaula para liberar en cada aleteo las pasiones de los
cuerpos.
“rechinar los dientes/en la noche
es llamar al hambre/de tu sexo
ahora es cuando/tu mano me
deshoja
sin edad/me vuelvo
tierna furia/entre la noche la
luna
en un asiento”.
Leo este libro escuchando las
variaciones de Goldberg, por un instante me siento parte del poema, siento que
voy en el forká y de sus tripas viene es sonido tierno que va naciendo fruto de
un pianista que yo apenas conozco Kimiko Ishizaka, un japonés, un libro, la
Campazzo y allá afuera de las letras mismas el camino, la ruta, el silencio, el
viento, la Patagonia y su dura libertad.
En la inmensidad en ese silencio
magnifico que es el sur, comulgan lenguajes, sobreviven las lenguas
ancestrales, viven en el hombre originario, la poeta se encuentra frente al lenguaje
del otro, un lenguaje vivo, que rebautiza las cosas, que en su dulce pronunciación
genera un extrañamiento y deja en evidencia lo limitado de nuestro lenguaje.
Este encuentro es como un beso a nuestra boca, una bocanada de frescura traída a
la sequedad de nuestro pobre idioma.
“Llevan en sus bolsas otras
plantas
otras piedras/otras plumas
no tienen ni una gota
de miedo/saben los nombres de los
pájaros
los nombran/dicen en susurros
rayadito/chucau
loica/monjita.
Estos ojos míos
cómodos/esta lengua mía
corta/estas manos mías
quietas/dicen
Pájaro.”
Liliana aprende en el viaje, y
nos invita a aprender, la última palabra no está dicha hay que buscarla salir a
la ruta, dejarse llevar por el viento, los recuerdos, las pasiones, sentir la intemperie
de esta indomable tierra y saber escuchar en el murmullo de esa gente tímida
que habita la lejanía. El regreso será con la sensación de haber encontrado un
tesoro, un tesoro que también habita este bello poemario.
“Cuando viajo aprendo la otra
lengua.
La que no tiene diccionario.
La lengua /de la huella.
Lo sé porque vuelvo cargada
de rumores que no cesan
de balbuceos que me enredan…”
Este pequeño cofre llamado “A
boca de pájaro” tiene la frescura del redescubrimiento, la belleza simple de la
mariposa y el susurro interminable de la voz volando con el viento.
Federico Espinosa.