Seguramente hoy, allá lejos nadie piense en mí
tal vez por eso vive adentro una congoja sin nombre,
el dolor se desprende como una fruta madura
y va dejando mi cuerpo desnudo, sin hojas
mostrando mis ramas secas.
Qué importa que ceda este muro interno
para cambiar hay que tirar lo que se arraiga
como una verdad, uno es frío hasta que algún fuego
le aviva el alma, hasta que algún sol le mata el invierno.
Tenemos que cambiar la piel mudar el cuerpo en el tiempo
para fluir livianos como el aire, para cargar un poco más
el dolor unísono de la distancia, la piedra triste de la
ausencia.
Quizás detrás de estas palabras venga la redención de no
necesitar
el convento silencioso de tu cuerpo vacio.
Pero el futuro es siempre una curva hacia lo incierto, nada
es seguro
a veces la cura esconde contraindicaciones peligrosas.