Los Arboles están quietos,
amarrados al suelo,
sus ramas se mueven
dios suspira
y la noche sigue cayendo
como el recuerdo de un muerto.
El cielo cae sobre la existencia,
el cielo es un abismo
derramando estrellas como erupciones,
los árboles cantan
reposan en el silencio la melodía
de su lengua de hoja.
En el afuera de la noche
los pequeños desterrados
se mecen entre el sueño y la vigía,
viajan mientras el frío nocturno
los va matando con su cuchillo
invisible que hiere olvido.
Los árboles conjugan
su silencio con la noche,
y entre sus copas
esconden los restos
de una luna,
una luna resquebrajada
casi fallecida
de tanto tiempo sobre el cielo.
Federico Espinosa.
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