Los domingos son un día sagrado para mi mamá, ella nos
espera a todos a la misma hora y en el mismo lugar, y ninguno de nosotros falla
a la cita, a la extraña espera que parece estancada en el tiempo.
La mesa tiene un mantel blanco con rosas rojas bordadas a
mano que a pesar de los años está siempre como nuevo, las sillas están
acolchadas con los antiguos cojines de nuestra niñez y los platos hechos de
porcelana blanca con unos jilgueros que parecen piar eternamente, y luego los
vasos hechos de un duro cristal posan al lado de las servilletas que llevan un
extraño escudo y las iniciales de nuestros nombres.
Hoy es domingo he inicio el peregrinaje hacia el
departamento de mi madre, mientras viajo sentado frente a la ventanilla de un
viejo colectivo de línea, algo dentro mío me dice que llegare tarde entonces
imagino que mis hermanos ya están sentados, esperando en silencio a que yo
llegue y tome mi lugar en la mesa frente al vaso y a la servilleta que porta
mis iniciales, seguramente mamá me preguntara -¿Por qué has llegado tarde?- y
todos esperaran mi respuesta, para que luego comience el sonido de los
tenedores acariciando los platos que yacen llenos de unos ñoquis cubiertos con una salsa roja, que mi padre
mezcla con el pan, sentado en la esquina de la mesa como un digno guardián de
la familia, que come respetuosamente frente a él. Mamá siempre me sonríe, soy
su pequeño, aunque ahora este haciendo el servicio militar para comenzar el
camino de la hombría.
Luego del almuerzo
siempre me duermo sobre sus rodillas, y siento sus caricias en mi pelo, a pesar
de cronos y su indomable paso siempre estaré como un niño en su regazo.
Los gritos son aterradores, pequeñas balsas que flotan en
el agua, el estridente ruido del metal cediendo a la presión del indomable mar
del sur, el capitán hundiéndose gloriosamente junto al Manuel Belgrano, las
olas gigantes me alejan de todo, la fuerza se agota, el frío y el agua van
congelando mi cuerpo, los latidos del corazón se van apagando, mis ojos
comienzan a hundirse y mi alma viaja en colectivo a disfrutar un domingo junto
a mamá.
Un relato fuerte, sólido, muy impactante. Abrazo
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