Finos mástiles en el horizonte,
así eran tus labios, como una rosa desteñida,
como una boca desangrada.
Caías a mi vida con tus ojos de ausencia,
tu entiendes, besar tu boca helada,
sentir que mi boca
en tus labios se hacía nada.
Quería amarte con la fuerza del sol cuando se
enciende,
pero tu huías,
te escapabas,
volabas como yegua alada.
Bien, tu cuerpo
era una espiga, una línea delgada.
Ahora te imaginare desnuda, como te soñé tantas
veces,
gozando junto a mí,
entregándome tu roja flor callada.
Pero fue más tu libertad salvaje. No me olvides.
No olvides que mi canto es una noche estrellada.
Siempre habrá un beso mío en tu boca desteñida,
siempre habrá en mi alma un vacío gigante como una
luna plateada.
Se fue la que de todas formas no se podía alcanzar. La que dejó una muestra, un sólo sabor. Y ese sabor se convierte en la inmensidad que deja detrás. Pero fue generosa porque dejó algo más: la fantasía del "cómo sería si...".
ResponderEliminarQuizás la del destello que siempre esta más allá de mi mirada. Saludos Emilio.
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