Don Juan se movía de departamento en
departamento con la astucia de un viejo lobo, todo el piso estaba poblado de
alegres abuelas, todas viudas y viviendo solas, queriendo apabullar de alguna
forma a la extraña soledad que parecía adherírseles a la piel.
El había desplegado todo el encanto que
los años y la experiencia le habían enseñado para conquistar a las mujeres, y
ya sea porque sus tácticas en el arte de la seducción eran infalibles o porque
quizás había nacido con el extraño don de atraer al sexo opuesto, Don Juan
contaba sus conquistas por miles, y a diferencia de cierto tipo de hombre
embaucador que miente infelizmente con el numero de amores que ha tenido, Don
Juan no mentía, era si se me permite la frase un depredador de mujeres.
Todas amaban al viejo pero ninguna se
atrevía a contárselo a la otra, quizás por miedo a perder la única alegría
personal que tal vez después de años había llegado a su vida, en fin ninguna
sabia que formaba parte del harén personal de ese mujeriego empedernido.
La sospecha comenzó cuando Margarita oyó
pasos en el pasillo y no pudo soportar la tentación de sacar la llave de la
cerradura, utilizando el pequeño orificio para espiar, y vio que Don Juan venia
caminando, ella miro su reloj, tal vez la hora había pasado rápidamente, pero
no era así, se desespero quizás el viejo quería darle una sorpresa, resignada
pensó esperarlo sin toda la coquetería habitual, es que ya no había tiempo;
pero imprevistamente el galán maduro golpeo la puerta de su vecina que se abrió
lentamente y pareció subsionar la figura de Don Juan, un alerta máximo sonó en
todo el corazón de Margarita, y si acaso este amable hombre que había llegado a
su vida mostrándole una enorme sonrisa y diciéndole que los años la mostraban
enormemente bella, no podía creerlo estaba frente a un vulgar picaflor.
Margarita se dedico a espiar todos los
pasos de su amante y en una semana logro descifrar la forma en que Don Juan
manejaba los horarios de sus fugaces citas, este hombre era todo un jugador,
movía los hilos de la seducción con la precisión de un titiritero, pero esta
vez ella lo había descubierto.
Decidida a terminar con toda la gran
farsa del sonriente Juan, invito a todas las mujeres de ese piso obviamente el
vulgar amante estaba excluido, ella preparo una gran cena, el clima era alegre
cada abuela hablaba de sus nietos, de donde irían a pasar las vacaciones;
cuando creyó conveniente Margarita interrumpió el bullicio de la cena y
drásticamente anuncio que tenía que informar una noticia en la cual todas estaban
incluidas, un silencio de aula en examen se apodero del departamento, parada en
la esquina de la mesa la abuela comenzó a decir – Alguien ha estado jugando con
los sentimientos de todas nosotras y seguramente se ríe a escondidas-
Las abuelas a coro preguntaron de quien
se trataba. –Es Don Juan que nos ha estado mintiendo-.
Margarita esperaba que las ancianas
estallaran en ira y que como avispas enojadas todas apuntaran sus viejos aguijones al cuerpo y alma de Don Juan, pero
nada de eso ocurrió, pasaron unos segundos más de silencio y repentinamente
como si estallara una tormenta resonó en todo el departamento una carcajada
formada por las abuelas, ella no entendía nada, pensó que quizás no le habían
creído y era lógica su reacción.
Pero una de las señoras le dijo –Eso ya
lo sabíamos, pensábamos decírtelo esta noche-
-Bueno ahora que todas lo sabemos
propongo que lo hagamos echar del edificio-
-Vos estás loca, tanto tiempo solas,
tiradas en unos departamentos que parecen nuestras tumbas, acaso no te has dado
cuenta que desde que él llego cubrió el silencio que reinaba aquí con nuestras
propias sonrisas, nadie conoce la forma de la felicidad y tal vez para nosotras esa forma sea Don
Juan-
La cena duro toda la noche y adentro todo
era alegría.
Federico Espinosa
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