martes, 6 de noviembre de 2012

Palabras sobre el poemario “Noche sin Clausura” de Laura Giordani.


 
 
 
Que hay detrás de una “Noche sin Clausura”, quizás la respuesta seria, finísimos poemas escritos con la paciencia del alfarero, sacados del harapo del tiempo, hurtados de un campo casi sagrado donde las manos mortales del poeta rozan la piel austera de la inmortalidad.

Leyendo este poemario de Laura Giordani,  las imágenes se multiplican, la voz del poeta cae como un eco interminable, la red de las palabras acaricia cada cuerda invisible que hace latir la sensibilidad del alma. Los duendes de la inspiración saltan de verso en verso, por momentos se relucen figuras escondidas entre las líneas, acaso ese brillo no se más que el dulce tesoro de la palabra descubierta.

Lo que hace a un poeta distinto es ese descubrir la palabra, darle el soplido justo a la llama que calorífica la esencia de esa figura que llamamos palabra. Descubrir o quizás volver a tomarla y acariciarla para vestirla nuevamente, ese es el arte del poeta, ser el artesano que vuelve a dar vida a las letras que van marchando hacia la poesía luminosa de Laura.

La poesía es polvo disuelto en el universo, solo el alma contemplativa puede cautivarla y llevarla al mundo material de la hoja en blanco, como Sor Juana Inés de la Cruz, Laura Giordani es dueña de una sensibilidad que capta mucho de ese místico polvo, así la poeta logra trasmutar las imágenes de su interior de una manera  magistral.

Al final de la tarde cuando la noche va clausurando los designios del destino, los versos van hilando sus alas para volar a los ojos de la lectura; es que la noche invita al placer de leer, al placer de perderse en el laberinto mágico o en esa biblioteca de Babel de la cual tan magníficamente nos habló Borges.

La noche, la eterna noche tantas veces acariciada por los poetas. Es la noche el lugar que ha elegido la poeta para cantar la sinfonía de sus versos, es que solo a través de ella puede vislumbrarse la cercanía de una voz que acaricia, de una voz que sufre, de una voz que vuela libre  por el cielo nocturno.

Lo bello se transforma en pájaro aleteando contra el viento. Hay un misterioso hilo que ata el alma de Laura con las alas de los pájaros, hilo tejido por una Penélope que parece esperar el beso del amado, pero también la mirada tierna del hijo que reposa dormido en una noche que aun no ha llegado, en una noche donde la profecía de lo cierto caiga sobre los ojos, mojando la realidad del presente.

Poeta con alma de pájaro. Pájaro volando suave y liviano sobre una noche sin clausura. El canto del ave mañanera es como la voz en la poesía de Laura, alas que llevan versos para iluminar el mundo, para darle sentido a las sombras ocultas en la eterna noche que pasa silenciosa y llena de versos.


Por Federico Espinosa.

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