Amo viajar de noche porque solo somos luces en una ruta oscura, que se parece tanto al destino y a la nada.
Una y mil veces he intentado sobornar al futuro pero siempre es como si de alguna extraña forma, estuviera llevando a cabo un auto robo. Que inaudito acto me lleva a esta autoflagelación de mi futuro, tal vez la loca idea de que nada hay allá adelante, y que nada queda detrás de mis espaldas.
Entonces el ahogo de mi ser se acentúa, no puedo correr hacia adelante y tampoco refugiarme en mi pasado. Perderse en el laberinto interno que uno mismo construyo a lo largo de los años podría ser el patético resumen de una vida inerte.
Vivo solo para el presente. Que puedo esperar si la realidad es como un golpe fulminante de nocaut. Lo momentáneo me pertenece no por anhelarlo sino por heredarlo, soy como el hijo de la soberbia y la apariencia. Y cuando noto que el adelante y el atrás no me pertenecen, siento que soy un hombre atrapado en un segmento.
Por eso huyo sin saber adonde voy, lo único que me guia son mis pasos. Alrededor todo es un mundo tan lejano a mi, nada quiero de él y nada de él me pertenece.
La garganta seca y el alma vacía, son la extraña herida del hombre actual, son mi herida, mi dolor, mi triste condena de soledad absoluta.
Tantos han cargado cruces sobre sus espaldas, han sufrido por los demás y a ellos solo me une la lejanía de un pasado que no me pertenece.
Así soy. Así somos los nuevos andantes de un mundo en decadencia, que gira sin saber a dónde va este hombre segmento de la sociedad
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