Caen. Se disuelven. Renacen.
Se pudren caricias en las manos,
prueba irrefutable de que el tiempo
pasa arrugando pieles de colores distintos.
Gritan. Se aman. Descansan.
El amor se va por las cañerías del olvido,
irrefutable prueba de que en las manos del hombre
todo se desvanece, desaparece, nada es eterno.
Hablas. Me acaricias. Vuelas.
Y te deshojas de mi piel de otoño,
hecho irrefutable que acarrea soledades,
y miedos oscuros a dos almas rojas
que se extinguen como la braza.
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