El vivía en el bosque mucho antes que la familia llegara, pasaba sus días trabajando en árboles, hacia lo que le correspondía. Lo que era su destino.
A mediados de Enero una construcción comenzó a formarse cerca de su hogar, algo lo conmovía pero a la vez le despertaba curiosidad.
Luego de tres arduos meses la familia llego y se instalo en su cabaña, eran tres, el padre, la madre y el hijo que corría por todos lados pisando flores a mansalva y matando insectos que se cruzaban frente a él.
Al llegar la noche pudo observar que sus vecinos tenían luz propia, y como el padre y la madre acostaban al hijo en su cama, también pudo ver como se apareaban sus vecinos.
Un día él estaba golpeando la corteza de un árbol, cuando repentinamente sintió un golpe que lo hizo caer al suelo, como pudo se levanto y se escondió en los matorrales, tenía un ojo totalmente reventado y con el único ojo que le quedaba pudo observar como el niño rompía su casa y reía a grandes carcajadas, nunca les había hecho nada, que clase de animales feroces eran estos vecinos pensó él mientras huía.
Una noche de verano muy calurosa, Ludmila dejo una pequeña abertura en la ventana para que el pequeño no sintiera calor, beso sus mejillas, lo miro, le sonrió y apago la luz de la habitación.
El niño dormía plácidamente cuando de repente un zumbido lo despertó, sentía que algo golpeaba su cabeza, intento gritar y no pudo, el zumbido se hizo más agudo, quiso mover sus brazos pero era tarde, su cráneo cedió al picoteo incesante que lo consumía.
Por la mañana la madre entro a la habitación, un grito desolador cubrió todo el bosque, el chico yacía boca arriba con sus ojos abiertos y una mueca de dolor en sus labios, pero lo más terrible era el hueco en su cabeza por donde salía sangre y un liquido grisáceo.
Junto a la cama solo había un par de plumas de un pájaro carpintero.
Federico Espinosa.
jueves, 14 de noviembre de 2013
lunes, 7 de octubre de 2013
EL INICIADO
La tarde caía delicada y triste, nostálgica y aburrida como una lágrima que en el silencio nace y muere.
Miraba mis manos, buscando las líneas de mi vida, pero el mapa estaba vacío, las carreteras del destino se ocultaban de estos ojos penetrantes dominados por una oscura razón.
Sabia que alguna vez el cambio se produciría, solo esperaba el momento, la circunstancia justa que generara el quiebre de todo aquello que me aburría, debía estar atento, sería el centinela de mi vida.
Salí a dar un paseo, mi paso era lento, la mirada taciturna, caminaba por el mundo pero fuera de él, nada llamaba mi atención como podía distraerme por cosas que consideraba vacías y carentes de ese sentimentalismo que me rodeaba y protegía del sabor a nada que le impregnaba el mundo a esta joven piel.
Busqué un banco solitario al final de la plaza, pensé que nadie se acercaría que su lejanía silenciosa seria un muro infranqueable, por un momento funciono, pero como una gran explosión mis sentidos cedieron en su interior al canto de todo aquello que odiaba. El canto de sirena que reposa en los oídos de la juventud me llamaba y yo nada podía hacer, la vida se enlazaba con la locura y creaba un cuerpo de dios inmortal.
Lentamente comencé a sentir la necesidad de disfrutar, de vivir todo con la fuerza arrolladora de mi juventud, en ese momento nada ni nadie podía detenerme, sentía correr por mis venas un río parecido a la inmortalidad, acaso las parcas le habían dado la espalda a los hilos de mi vida.
La embriaguez me consumía, todo daba vueltas en mi cabeza pero no era suficiente. Necesitaba más, esta vida no me alcanzaba. La niñez se iba como un tren lleno de recuerdos, sus puertas se cerraban me sentía expulsado del cielo, un desterrado al infierno de la juventud que me llamaba a gritos y yo no quería escuchar pero sin embargo esa melodía me llevaba, me arrastraba como una bestia atraída por la melodía de un Orfeo desconocido. Eso era ahora una bestia consumida por el deseo de la vida en mi no había espacio para la muerte.
Todo lleva a la noche como un camino único donde cada uno logra sacarse la máscara, donde cada uno se encuentra con la imagen de su propio infierno. La noche brillaba como una cúpula sagrada hacia donde los pasos de mi destino se dirigían. Marchaba sin pensar en las huellas que deja el pasado. La noche me esperaba para bautizarme con su oscura agua de silencio y locura.
La música sonaba y repercutía en mis oídos, una multitud de gente gritaba y bailaba, celebraban su propio ritual, el ajetreo dentro del local me mareaba, apenas podía mantenerme en pie. La noche pasaba furiosa, una joven se acerco a mí, tomo mi mano y ambos bailamos como poseídos por un hechizo inagotable de locura y pasión, ¿quién era esa chica? la verdad no importaba había despertado el deseo, las ganas de poseerla invadirla con la única intención de saciar toda mi fuerza y satisfacer esta nueva necesidad.
Luego todo ocurrió velozmente, ella me puso contra la pared. Me beso. Nuestras manos recorrieron nuestros cuerpos y en un segundo toda la erupción de mi piel se vació en el valle silencioso, en el templo sagrado del placer de su cuerpo, yo sentía gemidos y música como un eco lejano, luego un gran vacío. Quizás ella nunca lo sepa se había llevado mi insignificante virginidad. Así se va la vida de mujer en mujer, de piel en piel, de niño a hombre, así se va sin pedir permiso ni decir adiós.
El sol del amanecer golpeo mis ojos, me encontraba en un banco solitario al final de la plaza, miré todo a alrededor y me invadió una profunda tristeza, me di cuenta que mi instante había pasado, que el quiebre había sucedido y no pude evitarlo. La niñez solo era un fantasma alejándose de mí. Ahora era uno más de ese circo que antes aborrecía. Era un nuevo iniciado, un nuevo joven que quería conquistar el mundo aunque nada entendiera de él y nada supiera del tiempo y su fugaz vida.
Federico Espinosa.
miércoles, 25 de septiembre de 2013
Del Otro lado del Andén
El silbido del tren sonaba a lo lejos, en la estación varias personas esperaban de pie sobre el andén. Algunos irían solo hasta la próxima parada, otros en cambio se dejarían llevar hasta el destino final de la locomotora y sus vagones.
Sentada y con la mirada perpetuada en las vías Juliana observaba cada una de las mismas, buscando quizás el brillo enceguecedor que produce el sol cuando sus rayos se reflejan sobre el acero.
El lugar escogido por la joven fue el primer banco del andén, desde el podía mirar a todas las demás personas que también esperaban ansiosas, ella sabía que antes de un viaje los nervios eran moneda común en los hombres, pensaba en el delicioso pero molesto cosquilleo en su estomago cuando allá en su niñez se preparaba para volar junto a su padre.
Levanto la mirada y fijo sus ojos en una pareja, que tomados de la mano estaban como ausentes del mundo, Juliana pensó en el hechizo que genera el amor. Hechizo frágilmente permeable que a veces no es más que una mera ilusión y otra veces el motor del mundo.
Un hombre permanecía aislado en el rincón, justo al lado de la ventanilla, que con sus vidrios entre sucios y añejos reflejaban una imagen ambigua del sujeto que movía su pie como pateando alguna piedra existente solo en su mente. Evidentemente estaba nervioso. La joven observaba, el se acerco a una mujer que sostenía una cartera descuidadamente, Juliana hizo un cálculo acelerado, en dos minutos el robo sería perfecto dentro de su propia imperfección. Y así fue el ladrón empujo a la mujer y le sustrajo la cartera nadie intento interponerse en el camino acelerado del punguista.
El altoparlante de la estación anunciaba la pronta llegada del tren. En ese momento se paró un anciano que llevaba un bastón y un portafolio marrón algo gastado en sus orillas, la muchacha lo miro de soslayo, un viejecito con ropa antigua que seguramente había estado con sus nietos y que tal vez supo sentir la indiferencia de su hijo, quizás alguna vez escribió una novela jamás publicada y ahora en el ocaso de su vida sentía el dolor penetrante de la soledad esa amiga inseparable que se aferra al hombre cuando las ausencias van llenando su vida.
Sin darse cuenta Juliana cruzo la mirada con una joven, sintió desprecio por ella, era gorda, desordenada, una de esas mujeres que dicen no son las agraciadas de la belleza, en un segundo la cara de Juliana fue la mueca más hermosa del espanto, era ella, ella, ella, ella misma que se estaba mirando en un espejo del otro lado del andén.
La locomotora se acercaba, cuando comenzó a ingresar a la estación una sombra voló a su encuentro, la joven se arrojo a las vías. Nada pudo hacerse Juliana se había despedido del mundo y de la vida.
Federico Espinosa.
martes, 17 de septiembre de 2013
INOCENCIA
Pablo se levanto temprano, tomo el diario leyó las noticias, una guerra a punto de estallar, la pobreza avanzando en el mundo. Bien veamos que la dicen las noticias de su país, los piqueteros cortan rutas, asesinan a una niña frente a su abuela y en primera plana un político diciendo que pagara la deuda externa.
-Si yo supiera por que hay que pagar esa deuda- susurro Pablo
-Yo tampoco lo sé pero si no pagamos nuestras deudas nos cortan el gas, la luz y el agua- dijo su madre
Camino a la sucursal bancaria los pensamientos de Pablo rondaban alrededor de la foto del político. Mientras aguardaba en la fila dos hombres hablaban de economía, otros lo hacían del futbol del domingo, un hombre leía el diario donde el mismo político volvía a repetir que pagaría la deuda externa. El golpe seco de un sello hizo olvidar por un instante a Pablo el dilema que corría por su mente.
Al salir del banco el joven caminó hacia la plaza del barrio donde bajo un árbol lo esperabas su abuelo.
-Hola abuelo-
-Hola que haces Pablito- dijo el anciano mientras se quitaba las gafas y dejaba un libro al costado.
-Abuelo vos sabes porque hay que pagar la deuda externa- Hablo repentinamente el joven.
-Y será porque todas las deudas hay que pagarlas-
-Sí pero parece que esta deuda es de todos-
-Bueno basta de deudas que tu madre se va a preocupar si no llegas-
Pablo llego cansado a su casa.
Cerca de la medianoche se sentó frente al televisor, estaba resignado nadie le había podido explicar porque se debía pagar la deuda externa.
Comenzó a cambiar de canal la película le parecía aburrida, encontró un programa periodístico le llamo la atención, un periodista le hacía preguntas a un sacerdote llamado Juan San Sebastián, de repente abrió sus ojos al fin alguien iba a responder lo que tanto había preguntado.
-¿La deuda externa?- pregunto el periodista
-Mejor sería llamarla la deuda eterna, en fin creo que la deuda externa es el pago a la esclavitud- respondió con un dejo de resignación.
El joven miro el suelo la respuesta lo entristeció.
-Pagar por ser esclavos y libres a la vez que triste es el mundo- dijo mientras el silencio cubría su pequeña inocencia herida.
Federico Espinosa.
lunes, 9 de septiembre de 2013
El no merecido.
Cada día sientiéndome
el peso absurdo de tu vida,
siendo para los demás
la poca cosa que te acompaña,
el mundo habla y sentencia
-no te merece-.
Nadie conoce el detrás
de mis ojos,
pocos han probado
el dolor maldito de mis besos,
aún así sentencian
-no te merece-
De este lado escribe
el no merecido,
el que tiene que comerse
el dolor de las palabras ajenas,
el que busca trabajo y no encuentra
y para los demás es, el vago, el cómodo,
el que -no te merece-
Tal vez sea cierto
y no te merezca,
que soy sino un simple
don nadie,
el no merecido que aprendió
a amarte,
el oído de tus lamentos,
el abrazo que espanta tus miedos,
el pecho que en la noche cobija tus sueños,
todo esto es poco,
y por eso quizá dicen
-no te merece-
Soy el inmerecido
el santo pagano
que debes alejar de tu vida,
y ya he sido juzgado
soy el que
-no te merece-
Federico Espinosa.
miércoles, 4 de septiembre de 2013
Del Cesar al Cesar
Charlábamos con Cesar, mientras él fumaba
la niebla nos iba pintando de invisibles,
en un momento solo éramos dos voces
respondiéndose una a otra.
-Vos sabes pibe que la vida es dura-
-si, a veces es un garrotazo en la nuca-
-a mi me cuesta tanto esto-
-que cosa-
-saber que un día tengo que entregar mi vida-
-te cuesta la muerte-
Luego hubo un silencio donde parecía morirse toda existencia,
un grito derrumbo la ilusión.
- Lo que es del Cesar al Cesar-
El zumbido de la bala fue apenas perceptible,
sin embargo su cuerpo cayó ruidoso como un tsunami.
Federico Espinosa.
martes, 4 de junio de 2013
VLADIMIRO ULIANOV
Hay gente, personas misteriosas que nos envuelven en su universo de indescifrable código mágico y secreto.
Difícilmente alguien lo haya visto, en qué momento salía a la luz del mundo, como podía escurrirse de todas las miradas sin siquiera poder conocer su fisonomía, o tan solo el simple acento de su voz, este amigo (y ustedes se preguntaran como sé que es un hombre) fácil he visto el nombre en los impuestos que he ido a dejar personalmente debajo de la puerta del impenetrable “7B” donde vive Vladimiro Ulianov , o como lo han apodado en todo el edificio “el hombre invisible” , muchos se hacen la señal de la cruz cuando pasan frente a la puerta de su departamento porque lo creen un poderoso brujo.
Por mi parte no creo en nada de esas cosas, he meditado mucho sobre esta persona, algo me lleva al inevitable agujero negro de su vida, escarbo en mi propio pensamiento como si al hacerlo fuera a sustraer de mi memoria al individuo que indudablemente aun no conozco.
El misterio de no poder meter nuestras narices en la vida de alguien a quien llamamos vecino termina por transformarnos en unos simples y austeros chismosos, creo que algo de eso me está pasando, me paso horas arreglando una lamparita del pasillo del “7B” que nunca está rota, lo hago solo por tener la primicia de ser el primero que vea a este tal Vladimiro, me he vuelto un paparazzi de un total desconocido.
Pero poco a poco me doy cuenta que no soy el único que está detrás de esta primicia, algunos residentes se pasean por el pasillo, varias veces al día he visto a la señora del “1A” con una cámara de fotografía en uno de los rincones, y a la niña del “8C” parada frente a la puerta con su celular en la mano lista para imprimir la foto del extraño ser que nadie conoce.
A medida que pasaban los días el pasillo se poblaba mas y mas, encontré al vecino sentado en una playera con la puerta de su departamento abierta y con una cámara digital en sus manos, nadie se resignaba a obtener el segundo lugar en este deporte que nos estaba envolviendo como una gran boa de desesperación, que no es más que el simple acto de curiosear, de husmear dentro de la vida del mito que nosotros mismos estábamos creando.
Esta mañana recibí los impuestos y los fui llevando a sus respectivos receptores, al llegar al “7B” por primera vez oí música dentro del departamento, golpeé la puerta, inmediatamente una jauría de chismosos me rodeo, lentamente la puerta se fue abriendo y yo dije –Sus impuestos señor- esperando al menos oír su voz, todos estaban listos para la foto, pero una mano blanca y arrugada apareció y tomo las boletas rojas, las maquinas de fotos y celulares sonaron al unisonó mientras la mano desaparecía, todos decían tener la primera foto de esa mano, luego hubo todo tipo de hipótesis sobre la contextura de la misma, al final nos fuimos olvidando de Vladimiro Ulianov y su mano, personaje que nuestra imaginación creó, pienso para ocultar nuestros propios secretos.
martes, 14 de mayo de 2013
DON JUAN TERCERA EDAD
Don Juan se movía de departamento en departamento con la astucia de un viejo lobo, todo el piso estaba poblado de alegres abuelas, todas viudas y viviendo solas, queriendo apabullar de alguna forma a la extraña soledad que parecía adherírseles a la piel.
El había desplegado todo el encanto que los años y la experiencia le habían enseñado para conquistar a las mujeres, y ya sea porque sus tácticas en el arte de la seducción eran infalibles o porque quizás había nacido con el extraño don de atraer al sexo opuesto, Don Juan contaba sus conquistas por miles, y a diferencia de cierto tipo de hombre embaucador que miente infelizmente con el numero de amores que ha tenido, Don Juan no mentía, era si se me permite la frase un depredador de mujeres.
Todas amaban al viejo pero ninguna se atrevía a contárselo a la otra, quizás por miedo a perder la única alegría personal que tal vez después de años había llegado a su vida, en fin ninguna sabia que formaba parte del harén personal de ese mujeriego empedernido.
La sospecha comenzó cuando Margarita oyó pasos en el pasillo y no pudo soportar la tentación de sacar la llave de la cerradura, utilizando el pequeño orificio para espiar, y vio que Don Juan venia caminando, ella miro su reloj, tal vez la hora había pasado rápidamente, pero no era así, se desespero quizás el viejo quería darle una sorpresa, resignada pensó esperarlo sin toda la coquetería habitual, es que ya no había tiempo; pero imprevistamente el galán maduro golpeo la puerta de su vecina que se abrió lentamente y pareció subsionar la figura de Don Juan, un alerta máximo sonó en todo el corazón de Margarita, y si acaso este amable hombre que había llegado a su vida mostrándole una enorme sonrisa y diciéndole que los años la mostraban enormemente bella, no podía creerlo estaba frente a un vulgar picaflor.
Margarita se dedico a espiar todos los pasos de su amante y en una semana logro descifrar la forma en que Don Juan manejaba los horarios de sus fugaces citas, este hombre era todo un jugador, movía los hilos de la seducción con la precisión de un titiritero, pero esta vez ella lo había descubierto.
Decidida a terminar con toda la gran farsa del sonriente Juan, invito a todas las mujeres de ese piso, obviamente el vulgar amante estaba excluido, ella preparo una gran cena, el clima era alegre cada abuela hablaba de sus nietos, de donde irían a pasar las vacaciones; cuando creyó conveniente Margarita interrumpió el bullicio de la cena y drásticamente anuncio que tenía que informar una noticia en la cual todas estaban incluidas, un silencio de aula en examen se apodero del departamento, parada en la esquina de la mesa la abuela comenzó a decir – Alguien ha estado jugando con los sentimientos de todas nosotras y seguramente se ríe a escondidas-
Las abuelas a coro preguntaron de quien se trataba. –Es Don Juan que nos ha estado mintiendo-.
Margarita esperaba que las ancianas estallaran en ira y que como avispas enojadas todas apuntaran sus aguijones al cuerpo y alma de Don Juan, pero nada de eso ocurrió, pasaron unos segundos más de silencio y repentinamente como si estallara una tormenta resonó en todo el departamento una carcajada formada por las abuelas. Ella no entendía nada. Pensó que quizás no le habían creído y era lógica su reacción.
Pero una de las señoras le dijo –Eso ya lo sabíamos, pensábamos decírtelo esta noche-
-Bueno ahora que todas lo sabemos propongo que lo hagamos echar del edificio-
-Vos estás loca, tanto tiempo solas, tiradas en unos departamentos que parecen nuestras tumbas, acaso no te has dado cuenta que desde que él llego cubrió el silencio que reinaba aquí con nuestras propias sonrisas, nadie conoce la forma de la felicidad y tal vez para nosotras esa forma sea Don Juan-
La cena duro toda la noche y adentro todo era alegría.
Federico Espinosa.
jueves, 2 de mayo de 2013
Don Peronista.
“Los muchachos peronistas…” así empieza las mañanas mi padre cantando con todas las fuerzas de su voz, lo que él llama el verdadero himno argentino. Nuestros vecinos agotados hasta el hartazgo, ya ni siquiera protestan, recuerdo que cuando yo era un chico, ellos daban grandes golpes en la pared y le pedían a gritos a mi papá que los dejara dormir tranquilos, a lo que el viejo respondía –Madrugando vamos hacer un gran país, lo dijo el general-.
En una de las esquinas del departamento mi padre amuro un estante que posee dos bases, en la primera esta la foto de mi ya desaparecida madre y en la segunda un poco más arriba la foto de Perón y Evita, adornada con todo tipo de flores, cada 17 de Octubre posan sobre ellas dos banderas, una de la Argentina y otra con el signo del peronismo, la foto de mamá está sola con algunas rosas secas que dejan caer sus pétalos ya marrones, que se parecen creo yo a las lágrimas del olvido, mi padre casi nunca recuerda la fecha en que mi madre partió hacia el otro mundo, he incluso en su entierro me dijo al oído una frase con la cual creo que llegue a odiarlo –Sabes hijo cuando murió Evita yo estaba más triste que ahora-.
A mí me ha insistido toda la vida para que me afilie al partido justicialista –Así vas hacer mejor persona- me dice, yo le muestro una sonrisa un poco agria para ver si así se rinde ante ese sueño inútil, de entregar mi vida a un hombre que había muerto antes de que yo naciera.
-Lo que pasa hijo es que vos no estuviste en la plaza, si hubieras visto toda esa gente hoy serias un peronista mas-.
Lo que el fanatismo le hace al hombre es horrible, le quita su propia vida, lo llena de pasiones arrancándole la razón, les da una sola mirada para el mundo, los despoja de los sentimientos, los hace hombres autómatas con los oídos abiertos a una sola ideología que quizás y esto es un cómico peligro nunca en su vida logre entenderla.
Mi padre perdió su vida el día que se hizo peronista y lo que me entristece es ver en lo profundo de sus ojos que por un día desearía volver el tiempo atrás.
jueves, 18 de abril de 2013
Recordando.
Reía con tantas ganas que parecía
hacer temblar el mundo,
sus ojos destellaban una locura divina
y quemaban la cordura de la realidad,
solo recuerdo eso, ese instante
en el que todo parecía estar hecho
de una delgada eternidad.
(A mi padre)
martes, 16 de abril de 2013
El Antiescritor
Detesto a los escritores y a
los poetas, me parecen personas inservibles, bobaliconas que no hacen más que
mentirnos.
Apelo a su sinceridad no le
parecen estos seres unos mediocres imitadores de dios, creando personajes de
tinta y papel, y esos poetas con sus mediocres refrancillos a lo Flanders, son
unos debiluchos de lengua afilada.
Como estos señores tienen la
audacia de decir que están trabajando, por dios se me llenan las manos de ira
mentirnos de esa manera, si lo único que hacen es sentarse en algún lugar y
escribir mientras su abdomen comienza a parecerse a un globo terráqueo y su culo se achata de tanta silla en su
vida, y los poetas que se pasean por todos lados mendigando el sexo de alguna
mujer neorromántica que caiga rendida ante el poder de algunos versos cursis,
patéticos amantes estos poetas.
Me rio cuando algunos de
estos estafadores de la palabra es elevado al pedestal del erudito y lo
ensalzan como a un dios pagano nacido de críticos lame botas y editoriales
desésperadas por la recaudación de su best seller.
Yo levanto la bandera contra
esos escritores y poetas, llevo más de la mitad de mi vida tratando de
desenmascararlos a todos delante de la sociedad, sé que algún día lo lograré,
imagino la gran carcajada mía frente a los mentirosos y su cara totalmente
avergonzada ante la mirada de todo el mundo, que los insultara y los expulsara
de nuestra sociedad, si ese será el mayor y más justo milagro que el hombre
haya recibido en toda su existencia.
No exagero, sé que no
exagero, nunca confié en ellos son tan ilusos y se escapan de esta realidad con
su traje de palabras camaleónicas, es necesario que esto termine de una vez y
para siempre.
-Ah joven recuerde que mañana
presento mi novela número 25 y usted está invitado-
Eso fue lo último que me dijo
el viejo escritor antes de terminar el mismo la entrevista que yo le realizaba,
baje las escaleras porque el ascensor estaba fuera de servicio, fueron cinco
pisos recorridos en minutos, mientras lo hacía pensaba que el
anti-escritor ya había nacido y se
encontraba disfrazado de lo que más odiaba.
sábado, 13 de abril de 2013
Montones de pedazos (vos y yo)
Montones de vos,
dando vuelta
como una bandada
de jilgueros,
piando felizmente
en el nido
de este corazón.
Pedazos de mi,
se hacen humo
girando
entorno al carrusel
de tu mirada.
Detrás nuestro
la voz de la ciudad
grita, clama, aulla
su dolor
de sangre vertiginosa
y autos veloces;
sin embargo
nosotros estamos
aquí parados,
envueltos en un silencio
nacido del beso,
silenciando a la ciudad
y su locura desmedida.
dando vuelta
como una bandada
de jilgueros,
piando felizmente
en el nido
de este corazón.
Pedazos de mi,
se hacen humo
girando
entorno al carrusel
de tu mirada.
Detrás nuestro
la voz de la ciudad
grita, clama, aulla
su dolor
de sangre vertiginosa
y autos veloces;
sin embargo
nosotros estamos
aquí parados,
envueltos en un silencio
nacido del beso,
silenciando a la ciudad
y su locura desmedida.
martes, 2 de abril de 2013
AUSENCIA 2 DE ABRIL
Los domingos son un día sagrado para mi mamá, ella nos
espera a todos a la misma hora y en el mismo lugar, y ninguno de nosotros falla
a la cita, a la extraña espera que parece estancada en el tiempo.
La mesa tiene un mantel blanco con rosas rojas bordadas a
mano que a pesar de los años está siempre como nuevo, las sillas están
acolchadas con los antiguos cojines de nuestra niñez y los platos hechos de
porcelana blanca con unos jilgueros que parecen piar eternamente, y luego los
vasos hechos de un duro cristal posan al lado de las servilletas que llevan un
extraño escudo y las iniciales de nuestros nombres.
Hoy es domingo he inicio el peregrinaje hacia el
departamento de mi madre, mientras viajo sentado frente a la ventanilla de un
viejo colectivo de línea, algo dentro mío me dice que llegare tarde entonces
imagino que mis hermanos ya están sentados, esperando en silencio a que yo
llegue y tome mi lugar en la mesa frente al vaso y a la servilleta que porta
mis iniciales, seguramente mamá me preguntara -¿Por qué has llegado tarde?- y
todos esperaran mi respuesta, para que luego comience el sonido de los
tenedores acariciando los platos que yacen llenos de unos ñoquis cubiertos con una salsa roja, que mi padre
mezcla con el pan, sentado en la esquina de la mesa como un digno guardián de
la familia, que come respetuosamente frente a él. Mamá siempre me sonríe, soy
su pequeño, aunque ahora este haciendo el servicio militar para comenzar el
camino de la hombría.
Luego del almuerzo
siempre me duermo sobre sus rodillas, y siento sus caricias en mi pelo, a pesar
de cronos y su indomable paso siempre estaré como un niño en su regazo.
Los gritos son aterradores, pequeñas balsas que flotan en
el agua, el estridente ruido del metal cediendo a la presión del indomable mar
del sur, el capitán hundiéndose gloriosamente junto al Manuel Belgrano, las
olas gigantes me alejan de todo, la fuerza se agota, el frío y el agua van
congelando mi cuerpo, los latidos del corazón se van apagando, mis ojos
comienzan a hundirse y mi alma viaja en colectivo a disfrutar un domingo junto
a mamá.
martes, 19 de marzo de 2013
Tormento
Van cayendo todas las hojas en otoño.
Desde los ojos al árbol
solo el viento.
Y entre la rama
y su horizonte
la húmeda nostalgia.
Hojas amarillas
del destierro,
remolino de ausencias.
Árbol al desnudo
naturaleza viva
hecha de líneas.
Agonía en la nada
sueño aterrador
de mi existencia atormentada.
(Del libro aún inédito Las Balanzas de Libra)
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Al Flaco Spinetta
Te miro desde mi tiempo oigo tu voz fina y ardiente, una musa se baña en tus rulos, y la otra coquetea con las cuerdas de tu guitarra rud...
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Desasosiego a las orillas de la cama vacía, sabanas silenciosas envuelven el temor de la soledad, sombras de su cuerpo amuradas a la luz del...
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Te miro desde mi tiempo oigo tu voz fina y ardiente, una musa se baña en tus rulos, y la otra coquetea con las cuerdas de tu guitarra rud...
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